BOCANADAS
DONALD TRUMP NO sabe de diplomacia ni de consensos. Su estilo de gobernar, más cercano al de un empresario que impone su voluntad con el garrote, ha vuelto a golpear a la industria de cruceros, provocando un desplome en la Bolsa de Valores y generando incertidumbre entre las principales navieras del mundo.
El anuncio de su administración de clavarle un nuevo impuesto a los cruceros radicados en Estados Unidos –con el argumento de que “no pagan lo suficiente” por enarbolar banderas extranjeras como las de Liberia y Panamá– provocó una reacción inmediata en los mercados: Carnival cayó 6%, Norwegian 6%, Royal Caribbean 10%, y otras compañías como Viking y Lindblad también registraron pérdidas cercanas al 4%.
La justificación de Trump y su secretario de Comercio, Howard Lutnick, es que las grandes navieras “evaden impuestos” al operar con banderas de conveniencia. “¿Alguna vez has visto un crucero con una bandera estadounidense en la parte trasera? Siempre tienen banderas como la de Liberia o Panamá. Ninguno de ellos paga impuestos”, sentenció Lutnick en una entrevista con Fox News, agregando que el objetivo de su administración es “equilibrar el presupuesto del país y reducir los impuestos para los estadounidenses” a costa de la industria de cruceros.
HUMIDOR
LA RESPUESTA DE la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) no se hizo esperar: “Las líneas de cruceros pagan impuestos y tarifas sustanciales en los EE.UU., casi 2,500 millones de dólares anuales, representando el 65% de sus pagos fiscales globales, a pesar de que solo una pequeña parte de sus operaciones se realizan en aguas estadounidenses”, señalaron en un comunicado.
El problema no es el cobro de impuestos en sí mismo –toda industria debe contribuir al país donde opera– sino la manera en que Trump pretende imponerlos: sin negociación, sin consensos y con amenazas, justo como un niño caprichoso que quiere su rebanada del pastel sin importarle las consecuencias.
TRIPA LARGA
MIENTRAS EN ESTADOS Unidos Trump aplica la ley del garrote, en México la relación con las navieras es diametralmente distinta. Aquí, en lugar de amenazas, hay acuerdos y negociación que han mantenido a salvo la relación.
A finales del año pasado, el Senado mexicano aprobó el cobro del DNR (Derecho de No Residente) de 42 dólares a cada crucerista que llegara a puertos nacionales, lo que encendió las alarmas en la industria. Las navieras manifestaron su preocupación y el Gobierno de México, en un acto de prudencia, decidió aplazar su aplicación hasta julio de 2025 para analizar su impacto y buscar consensos con el sector.
Antes de esto, en Quintana Roo, la gobernadora Mara Lezama ya había logrado un acuerdo con las empresas de cruceros de Miami para un cobro de 5 dólares por pasajero, destinado al mantenimiento y mejora de los muelles de Cozumel y Mahahual, así como para la creación de un fondo de emergencias. Un esquema que no solo fue aceptado por las navieras, sino que ayer quedó formalmente consolidado con la firma del Fideicomiso del Bienestar de Cruceristas, en el que participan autoridades estatales, municipales y las principales compañías de la industria.
TIRO PERFECTO
A DIFERENCIA DEL enfoque agresivo de Trump, Quintana Roo ha manejado este tema con estrategia y diplomacia. Ayer, la gobernadora Mara Lezama se reunió con Michelle Paige, presidenta de la Asociación de Cruceros de Florida y el Caribe (FCCA), para reafirmar el compromiso de trabajo conjunto y dar certeza a las navieras sobre el destino de estos recursos.
La diferencia es clara: mientras Trump trata de imponer impuestos a la fuerza, México negocia con inteligencia y logra acuerdos que benefician tanto a la industria como a los destinos turísticos.
El contraste entre las estrategias de Trump y la de Quintana Roo es evidente. En México, la industria de cruceros es vista como un socio estratégico, no como un enemigo al que hay que exprimir. En Estados Unidos, la administración de Trump la trata como un blanco fácil para recaudar dinero sin considerar el impacto en el turismo y la economía.
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BUENOS HUMOS
EL PROBLEMA PARA Trump es que su embestida podría provocar una reacción en cadena. Si las navieras enfrentan más impuestos en Estados Unidos buscarán renegociaciones en otros países o incluso podrían replantear sus rutas hacia destinos más competitivos como Puerto Rico, Bahamas o República Dominicana, que han implementado estrategias fiscales más atractivas.
Para Quintana Roo, que recibe más de la mitad del turismo de cruceros en México, esta es una oportunidad para fortalecer su liderazgo. Con Cozumel y Mahahual como los puertos más importantes del país, el estado ha demostrado que una buena relación con la industria, basada en el respeto y el diálogo, es mucho más efectiva que las amenazas y los ‘arancelazos’.
Mientras Trump sigue comportándose como un niño caprichoso que quiere su parte del pastel a la fuerza, en Quintana Roo la gobernadora Mara Lezama ha demostrado que la inteligencia y la negociación siempre rinden mejores frutos. Al final, la diferencia entre los dos enfoques es simple: Trump vocifera, Mara convence.